El Museo Guggenheim Bilbao presenta una nueva configuración de su muestra Obras de la Colección del Museo Guggenheim Bilbao, una exposición permanente que se inaugura el 7 de noviembre y que refuerza el compromiso del museo con la investigación, la difusión y la renovación del arte contemporáneo.
Comisariada por Marta Blavía y patrocinada por la Fundación Bancaria BBK, esta reconfiguración de la colección supone una ampliación significativa de los fondos del museo, gracias a nuevas adquisiciones, donaciones y depósitos que enriquecen su relato artístico y consolidan su papel como referencia internacional.
Una colección en expansión
La exposición incluye 53 nuevas piezas procedentes de la colección de Inge Rodenstock, junto con las importantes donaciones de la D.Daskalopoulos Collection y de la Fundación Al Held. Muchas de estas obras se presentan al público por primera vez, lo que permite establecer nuevos vínculos entre épocas, estilos y movimientos.
El recorrido se centra en artistas fundamentales de la segunda mitad del siglo XX, como Jean-Michel Basquiat, Yves Klein, Jeff Koons, Antoni Tàpies, Cy Twombly y Andy Warhol, al tiempo que incorpora nuevos nombres esenciales para entender la evolución del arte contemporáneo: Hanne Darboven, Lucio Fontana, Damien Hirst, Martin Kippenberger o Robert Ryman, entre otros.
La exposición, concebida en diálogo con la arquitectura original de Frank Gehry, mantiene un equilibrio entre continuidad y renovación, respetando los espacios del museo pero ofreciendo una narrativa dinámica y plural sobre la historia del arte de los últimos setenta años.
Arte y conflicto: la memoria como materia
El recorrido comienza en la Sala 302, “Arte y conflicto”, donde diferentes artistas abordan la violencia, la memoria y las heridas colectivas a través de materiales y lenguajes diversos.
Doris Salcedo transforma objetos cotidianos en esculturas que evocan vidas truncadas durante el conflicto armado colombiano, mientras Mona Hatoum convierte utensilios domésticos en armas simbólicas que expresan la tensión entre refugio y amenaza.
Jenny Holzer presenta palabras de víctimas de la dictadura siria de Bachar al-Ásad, iluminadas en una columna de texto que interpela directamente al espectador, invitando a recordar y no olvidar.
Por su parte, Kendell Geers, con su imponente obra Acropolis Now, introduce un muro de alambradas que irrumpe en el espacio expositivo, planteando una metáfora del cierre y el control propios de la civilización contemporánea.
Esta sección reflexiona sobre la representación del dolor y la memoria en un mundo marcado por los conflictos y las desigualdades, reafirmando el poder del arte como espacio para la resistencia y el testimonio.
Ecos del Pop Art: ironía y cultura de masas
La Sala 303, “Ecos del Pop Art”, rinde homenaje a una generación de artistas que, en los años sesenta, desafiaron las convenciones del Expresionismo Abstracto con una mirada irónica y crítica hacia la cultura de consumo.
Figuras como Andy Warhol y James Rosenquist exploraron la reproducción mecánica y las estrategias visuales de la publicidad, transformando imágenes de la vida cotidiana en composiciones monumentales.
El recorrido se amplía con artistas de los ochenta y noventa que reinterpretaron el legado pop desde la hiperconectividad contemporánea. Jean-Michel Basquiat incorporó símbolos urbanos y referencias culturales a la subcultura, mientras Martin Kippenberger , presente en la colección gracias a la D.Daskalopoulos Collection, convirtió el humor y la parodia en herramientas de crítica institucional.
Artistas como Jeff Koons, Damien Hirst, Erwin Wurm o Mike Kelley abordan la relación entre arte, consumo y mercado, cuestionando los límites entre lo banal y lo sublime. En sus obras, la ironía y el artificio se convierten en formas de reflexión sobre una sociedad dominada por la imagen y el espectáculo.
Abstracción y espacio: el color como experiencia
La Sala 305, “Abstracción y espacio”, reúne a artistas que exploran la percepción del color, la forma y la materia como herramientas para construir nuevas experiencias espaciales.
Mark Rothko envuelve al espectador en campos cromáticos que evocan emociones profundas, mientras Robert Ryman investiga las sutilezas de la pintura blanca, centrando la atención en la textura y la superficie.
Las composiciones geométricas de Ellsworth Kelly y las estructuras orgánicas de Pablo Palazuelo proponen un diálogo entre forma, ritmo y vacío, invitando a la mirada a completar lo que la obra sugiere.
En un equilibrio entre pintura y escultura, Richard Tuttle crea delicadas intervenciones que juegan con la percepción del espacio, mientras Al Held, gracias a la generosidad de su fundación, aporta una monumental pieza que domina la sala, uniendo rigor geométrico y color en un efecto visual de profundidad y expansión.
Un relato vivo del arte contemporáneo
Con esta nueva configuración, el Guggenheim Bilbao no solo amplía su colección, sino que renueva su narrativa museográfica. Cada sala se concibe como un espacio autónomo y coherente, capaz de generar nuevas lecturas y asociaciones entre obras, artistas y contextos históricos.
La exposición refuerza la vocación del museo de crear un relato diverso, plural y abierto sobre la evolución del arte desde los años cincuenta hasta la actualidad, en sintonía con su papel como institución viva y activa dentro de la arquitectura emblemática de Frank Gehry.
El resultado es un recorrido que invita al visitante a mirar el arte no solo como objeto estético, sino como una forma de pensamiento y de memoria, una experiencia que continúa redefiniéndose con cada nueva mirada.
Gesto y acción: la performatividad en la pintura
En la Sala 306, tras el impacto de la Segunda Guerra Mundial, artistas como Lucio Fontana, Antoni Tàpies, Yves Klein y Helen Frankenthaler exploraron nuevas formas de expresión basadas en la acción, el gesto y el proceso creativo.
Las obras de esta sala reflejan la dimensión física y emocional de la pintura, donde el cuerpo del artista se convierte en instrumento de creación. Klein, con sus Antropometrías, utilizó el cuerpo humano como pincel; Fontana rompió el lienzo para liberar el espacio; y Tàpies incorporó materiales naturales como arena o polvo de mármol, evocando la fragilidad y la memoria.
La sala muestra también piezas de Cy Twombly y Martha Jungwirth, que integran escritura, garabatos y signos como expresión de un automatismo gestual y emocional.
Palabra y signo como medio de expresión plástica
Esta sala (307) aborda el lenguaje como herramienta artística y conceptual. Inspirada en las teorías de Jacques Lacan, propone una reflexión sobre cómo las palabras y los signos moldean nuestra memoria y cultura. Destacan las obras de Jean-Michel Basquiat, que utiliza el texto como símbolo de resistencia y crítica al poder; Jorge Oteiza y Eduardo Chillida, que reinterpretan signos y logotipos del País Vasco; y Ion Aranberri, que revisita la identidad colectiva a través de símbolos culturales resignificados.
