Las brujas y el inquisidor. Espasa. Premio Primavera 2023
Elvira Roca Barea es filóloga clásica e hispánica, así como doctora en Literatura Medieval. Ha ganado el Premio Primavera dotado con 100.000 euros, convocado por la editorial Espasa y El Corte Inglés. Se presentaron 1.335 originales. La novela trata sobre unas personas que en 1609 fueron acusadas de brujería en la aldea navarra de Zugarramurdi. Por medio hay asesinatos y utilización de niños. El caso lo investiga el inquisidor Alonso de Salazar con la razón. La autora trata de romper mitos sobre la Inquisición y la Caza de Brujas en España.
Arturo Trueba
¿Qué pasó en Zugarramurdi?
En Zugarramurdi aparecieron una serie de denuncias sobre brujería. Al mismo tiempo hubo asesinatos, infanticidios… El caso fue creciendo exponencialmente según se iban acusando unos a otros hasta convertirse en el caso de brujería más conocido. No es el más importante en la medida de que hay otros casos en los que intervinieron los tribunales civiles.
¿Por la proximidad con la frontera francesa había una serie de tramas?
Es imposible comprender lo que pasó en Zugarramurdi sin atender a la persecución de una brujería que se desarrolló en la zona francesa. Los casos de Zugarramurdi vienen rebotados.
Sostienes que la inquisición en España no era tan negra como se ha dicho
Hoy día nosotros entendemos que es una aberración. En 1978 era un delito la blasfemia en Inglaterra, que se entendía como una ofensa a la iglesia anglicana. Eran unos tribunales civiles, pero era una vigilancia de la ortodoxia.
En tu novela tienes dos tipos de inquisidores
Los que se creen que la brujería es verdad y los que no. Alonso de Salazar es el que no cree y es el que se lleva el gato al agua.
¿Influyen otros intereses en esas creencias?
Es que la gente creía a pies juntillas en esto. Todo el mundo lo creía. El valor de Alonso de Salazar es que él se opone a esa creencia generalizada por el motivo porque es irracional. Aplica el sentido común. Desarrolló el concepto de lo imposible. Nunca hay pruebas. Investiga más allá de las palabras, o de que la gente venga como loca acusándose unos a otros. Se pasan el tiempo buscando alguna de las pócimas que no existen.
¿Qué tipo de personas eran acusadas?
No eran sólo mujeres. Había bastantes hombres también. La brujería hasta cierto punto es un negocio. En la portada del libro aparecen niños que son ofrecidos al demonio. Los casos de brujería aparecen siempre por gente muy joven, niños entre ellos, como en Zeberio, de Tribunal Civil de 1855. Es una niña de 8 o 9 años que se presenta ante el juez y comienza a denunciar a varios vecinos.
¿Tu visión suaviza un poco esa época que se ve terrible?
Esa época no fue terrible. En este caso concreto provocó un cambio legislativo. En España se persiguen muy poco a las brujas, comparado con otros países, porque aquí hubo muy poca conflictividad religiosa.
¿Y los Jesuitas?
Fueron bastante importantes porque cuando se comienza a predicar contra la creencia en la brujería. Hemos focalizado que el problema es la persecución, ero no, el problema es la creencia. Y como la gente cree aparecen ante los jueces civiles y religiosos denunciando. En Zugarramurdi fue porque la gente denuncia.
¿Qué te atrajo del mundo de la brujería?
Yo había leído el libro de Caro Baroja y me despertó curiosidad y lo que el dice en algunas entrevistas de que el caso de Zugarramurdi no es lo que parece. Me interesaron mucho los caminos al otro lado de la frontera. He intentado poner todo el tablero. Como en las cerezas tiras y salen un montón de cosas.
¿Y el vasco francés Pierre de Lancre?
Es un hombre que se lo cree. Aparte de que es un fanático de la cosa. Le parece que el que no lo cree es una mala persona. Lo del demonio sirve para todo, aunque no haya pruebas.