A partir del 16 de octubre, el Museo Guggenheim Bilbao abre sus puertas a una de las grandes figuras del arte moderno europeo con la exposición Maria Helena Vieira da Silva: Anatomía del espacio, comisariada por Favia Frigeri. La muestra estará abierta al público hasta el 22 de febrero de 2026 y propone un recorrido temático por la obra de la artista francesa de origen portugués, cuya investigación sobre el espacio, el tiempo y la memoria la posiciona como una de las figuras clave del arte abstracto del siglo XX.

A través de ocho secciones temáticas, la exposición traza una línea narrativa que abarca desde sus primeras obras de la década de 1930 hasta sus composiciones tardías de finales de los años 80. Sus complejas composiciones –estructuras laberínticas, ritmos cromáticos y perspectivas fragmentadas– transforman el espacio pictórico en una exploración íntima de la arquitectura, la ciudad, el cuerpo y la historia.

Una mirada al interior del espacio

Vieira da Silva rompió las fronteras entre lo real y lo imaginario, entre figura y fondo, entre el tiempo lineal y la memoria emocional. Formada entre Lisboa y París, su obra refleja influencias tan diversas como el cubismo, el futurismo, la escultura anatómica y la tradición de los grandes maestros europeos como Cézanne. Obras como La Chambre à carreaux (1935) o Figure de ballet (1948) capturan esta síntesis, donde el espacio no solo se representa, sino que se vive.

Un lenguaje pictórico propio

La exposición incluye piezas emblemáticas como Composition (1936), adquirida por el precursor del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York, institución con la que Vieira da Silva mantuvo una estrecha relación a lo largo de su carrera. Asimismo, se explora su inclusión en la histórica exposición 31 Women organizada por Peggy Guggenheim en 1943, reafirmando su lugar en la vanguardia del arte del siglo XX.

na vida compartida con Arpad Szenes

El recorrido se inicia con una mirada a la relación artística y personal de Vieira da Silva con su esposo, el pintor húngaro Arpad Szenes. A través de retratos mutuos y obras íntimas, se visibiliza una conexión simbiótica que nutrió la evolución creativa de ambos.

Del ajedrez al exilio

Entre los núcleos más destacados de la exposición se encuentra el dedicado a la metáfora del ajedrez como reflejo de la existencia, con obras como Danse (1938) y Échiquier rouge (1946). También se abordan los años de exilio en Brasil durante la Segunda Guerra Mundial, donde la artista creó una serie de piezas marcadas por el dolor de la distancia y la tragedia global.

La ciudad como organismo vivo

Las secciones dedicadas a los paisajes urbanos revelan cómo la ciudad –real o imaginada– se convirtió en objeto de estudio visual y emocional. Obras como Paris, la nuit (1951) y La Ville tentaculaire (1954) expresan no solo la arquitectura, sino la atmósfera y el pulso vital del espacio habitado.

El blanco como síntesis

La exposición culmina con una sección titulada Tonos de blanco, que reúne obras de diferentes períodos unidas por el uso de este color como vehículo de síntesis, ligereza y profundidad.