Biarritz, la joya de Iparralde para algunos, la meca del surf para otros. Una ciudad de orígenes humildes que, con el tiempo, se transformó en refugio de la aristocracia europea y en un destino codiciado por aquellos que buscan una costa salvaje, playas de ensueño y olas impresionantes.

 Sus calles y edificios te transportan a un pasado donde la gente adinerada decidió construir sus vidas en un pueblo que vivía de la caza de ballenas. Antes de que Napoleón III decidiera construir en 1854 una residencia de verano para su esposa, la emperatriz Eugenia, este tranquilo pueblo vasco era conocido por su actividad ballenera, un oficio que marcó la vida de sus habitantes desde la Edad Media.

La pesca de ballenas proporcionó la riqueza y la subsistencia de Biarritz durante siglos, hasta que, a medida que las ballenas comenzaron a desaparecer de las aguas cercanas, los pescadores tuvieron que aventurarse más y más lejos, llegando hasta las frías aguas de Terranova.

Fue entonces cuando Biarritz dio un giro trascendental: la llegada de la nobleza, atraída por las bondades de su mar y su clima templado, cambió el rumbo de la ciudad. Desde entonces, la elegancia y el lujo se fusionaron con la historia de un pueblo que, sin dejar atrás sus raíces, se reinventó como un destino de aristócratas, artistas y viajeros en busca de un refugio junto al mar.

 

El turismo y el surf

En 1957, Biarritz se convertiría en el escenario de la película The Sun Also Rises”, adaptación de la novela de E. Hemingway. Esta historia animó a surfistas de todo el mundo a acercarse a Biarritz fascinados por sus olas. Por su parte, los lugareños también empezaron a practicar esta nueva actividad, desconocida en aquel entonces para ellos.

Hoy en día, Biarritz es el paraíso del surf europeo, a nivel internacional atrayendo a miles de turistas cada año. Además, ostenta desde octubre de 2015 la marca de “Ciudad de Surf”.