Por Naiara Cabezas Zabala
Con la revelación de la imagen de Ulises (Matt Damon) de la esperada nueva película de Christopher Nolan, basada en uno de mis libros favoritos sobre la mitología griega, La Odisea, un clásico que, aunque antiguo, sigue siendo atemporal, me he encontrado reflexionando sobre por qué Nolan ha elegido una obra tan emblemática para su próximo proyecto. Desde mi punto de vista, creo que ya tengo una idea de la razón.
Como es bien sabido, la filmografía de Nolan tiene algo en común: todas sus películas exploran el tiempo, su transcurrir y el impacto que tiene en los protagonistas. Esto es especialmente evidente en algunas de sus obras, como Memento (2000), un thriller psicologico donde al protagonista se le olvidan fragmentos de su vida. Con una estructura narrada de forma invertida, Memento transforma el tiempo en algo relativo y confuso. Aquí, el tiempo no es solo una sucesión de momentos, sino una construcción de nuestra mente, anclada en la memoria. Sin ese registro del pasado, la experiencia del tiempo se disuelve, convirtiéndose en un ente extraño que el protagonista persigue sin rumbo ni certeza.
Este mismo concepto se mantiene en Inception o Origen (2010), una película que, como mencioné en mi crítica a Daniela Forever de Nacho Vigalondo, se centra en los sueños lúcidos. En la primera capa del sueño, por cada cinco minutos en la vida real, transcurre una hora en el subconsciente ajeno. Si los personajes descienden más capas, como ocurre en la película, el tiempo crece exponencialmente: esos mismos cinco minutos de la vida real se convierten en 30 años en la quinta capa del sueño.
Como se puede apreciar, Nolan hace uso de las capas con distintas velocidades del tiempo para narrar posteriormente actos completos de la trama que ocurren en apenas unos segundos de la vida real, impactando de forma significativa en los personajes.
Esta misma idea le sirve al director para contarnos la historia de Interstellar (2014), una película que juega con el tiempo y el espacio para distorsionar la relación entre un padre y su hija. Con una de las explicaciones más proximas sobre el funcionamiento de los agujeros negros que se han visto en el cine, Nolan utiliza la separación temporal entre padre e hija como un elemento central de la trama. Esta separación se intensifica a medida que se acercan al agujero negro, especialmente al visitar el planeta de Miller, donde la dilatación temporal gravitatoria pone en riesgo una separación definitiva entre ellos.
En Tenet (2020), el tratamiento del tiempo se vuelve a presentar de manera clara. El director introduce el concepto de «inversión del tiempo» (time inversion), que permite a los personajes revertir el flujo temporal, todo en el contexto de espías y misiones internacionales.
Su película más reciente, Oppenheimer (2023), es una verdadera bomba de tiempo. Nuevamente, hace uso de la ciencia para ilustrar su narrativa. Al igual que en Interstellar, se vuelven a entrelazar las dimensiones del Espacio y el Tiempo. El Espacio, entendido como el lugar que habitan personas, animales o cosas, y el Tiempo, donde la bomba atómica se erige como el fin y el principio de todo, ya sea con la humanidad presente o ausente. Porque, aunque el ser humano no sobreviva, el planeta continuará su curso, albergando otras especies, tanto en el presente como en el futuro.
El universo es un uróboros: continuará su expansión hacia el infinito, solo para detenerse y reencontrarse consigo mismo, reiniciando así el ciclo eterno.
En la obra original de La Odisea, el tiempo se aborda de una manera distinta. El tiempo en el que Odiseo (o Ulises) está alejado de su felicidad y de su familia está determinado por las obligaciones impuestas por los dioses, seres que no pertenecen a nuestro tiempo-espacio, sino que existen en un plano donde el tiempo está detenido para ellos. Mientras el tiempo avanza para los mortales, los dioses permanecen jóvenes e intocables, ajenos al paso del tiempo.
Por otro lado, Ulises carga con el peso del tiempo y la distancia que lo separan de su hogar y de sus seres queridos. Este mismo peso lo lleva también Penélope, quien, mientras su marido está ausente, pasa sus días tejiendo un sudario funerario y, por la noche, deshaciéndolo, como una metáfora del tiempo que se repite y de la espera interminable. Penélope, al igual que Ulises, está atrapada en el flujo de un tiempo que parece no avanzar, pero que la consume lentamente.
Como se puede observar, para Nolan el tiempo se convierte en un personaje más, que aunque actúa de forma pasiva, es un elemento clave de la trama. En ocasiones, se presenta como un problema que los personajes deben superar, y en otras, como una herramienta que pueden manipular a su favor.
En nuestra vida cotidiana, a menudo el tiempo pasa desapercibido, mientras estamos absortos en el trabajo o mirando el reloj o el móvil. Sin embargo, el tiempo sigue presente, aunque no siempre seamos conscientes de su avance.
Ahora solo queda que el tiempo pase hasta 2026 para poder disfrutar de la visión de La Odisea de Nolan.
Matt Damon como Odiseo/Ulises