Laura CASTILLO
La periodista y escritora Carme Chaparro regresa con Venganza, un thriller que se adentra en los entresijos del mundo televisivo para hablar de poder, manipulación y verdad. Tras una pausa obligada por enfermedad, Chaparro reflexiona sobre la exposición mediática, la libertad que da la ficción para contar lo que el periodismo no permite y el desafío de escribir su personaje más íntimo: “Hay fragmentos que no he podido volver a leer desde que los escribí”.
1.Para empezar, citemos la primera frase del libro: “Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. En Venganza retratas un universo mediático muy reconocible: poder, fama, manipulación… ¿Cuánto hay de realidad y cuánto de ficción en esa mirada hacia la televisión?
De realidad hay mucho, porque en todas las televisiones del mundo existen personajes y situaciones como las que describo. Siempre está el pelota, el jefe duro… Algunas historias me las han contado compañeros, con su permiso, para poder incluirlas en la novela. Son situaciones duras que luego he ficcionado. He puesto en un mismo canal de televisión a gente muy buena y a gente muy mala, para construir un thriller. Al lector hay que agarrarlo por el estómago y sacudirlo un poco; si no, no funciona. Pero, bueno, dejemos que el lector juegue a reconocer.
2. Siguiendo con ese retrato del mundo mediático, en Venganza muestra también el peso del éxito y la exposición pública. ¿Crees que hoy la sociedad confunde la transparencia con la exposición y exige demasiado a quienes trabajan frente a una cámara o detrás de una historia?
El peso del éxito y de la exposición pública frente a la cámara es muy duro. Al final parece que el fracaso de un programa es tu fracaso, cuando puede ser por muchísimas otras cosas. Parece que el éxito no es tuyo, sino del programa. Creo que la sociedad a veces se adormece un poco en ese sentido y quizá tenga mucho que ver con las redes sociales, con los influencers. En las redes se distorsiona la percepción del éxito y la verdad. Se valora más la exposición que el trabajo real. En las redes se venden vidas falsas, mientras que en televisión se vende un trabajo, un programa y un equipo y se tiene una responsabilidad con la verdad y las formas. Cuando hablamos de información, los periodistas somos más necesarios que nunca y por ende, tenemos que ser también más transparentes que nunca.
3. Hablando del ritmo del libro, la novela se lee casi como una película: es muy visual, muy ágil. ¿Piensas en imágenes cuando escribes? ¿Te gustaría ver Venganza o la saga completa adaptada al cine o a una serie?
Sí, pienso mucho en imágenes; es casi un defecto después de tantos años trabajando en televisión. En la tele no escribes de la misma manera: redactas entradillas o colas, esos textos que acompañan a las imágenes, y acabas pensando siempre en lo visual. Para mí, las historias son eso: imágenes. Por eso mis libros son muy visuales, pero también muy sensoriales, incluso olfativos.
No me gusta describir un lugar con detalle (la pared, el color, el mueble), sino conseguir que el lector entre en el ambiente, que lo sienta. Prefiero transmitir una atmósfera antes que explicar metro a metro cómo es un sitio. Mis novelas tienen ese ritmo televisivo, con secuencias muy cortas, una tras otra, que van arrastrando al lector.
Y sobre lo que me preguntas, ahí estamos: todo va más lento de lo que esperábamos, pero seguimos remando con fuerza para poder hacerlo realidad. Ojalá pronto podamos daros buenas noticias.
4. Llevas siendo periodista durante muchos años. ¿Sientes que escribir ficción te permite decir cosas que el periodismo no puede?
Sí, claro. La ficción te permite decir cosas que el periodismo no puede. En una novela puedes inventar, o partir de algo que conoces pero que no podrías contar en un informativo porque no puedes probarlo. En cambio, en un telediario solo puedo contar hechos verificables. Y, aunque a veces nos equivoquemos, la obligación del periodista es ser fiel a la verdad.
La ficción, en cambio, te da ese juego: puedes coger la realidad y modelarla a tu gusto, darle forma a lo que quieres que ocurra. En Venganza hay, por ejemplo, un comisario que graba conversaciones y mueve muchos hilos. No hace falta decir que está inspirado en un personaje real muy conocido, pero yo me he inventado su vida y su manera de actuar. Eso, en un programa informativo, sería imposible contarlo así.
La literatura me permite tomar historias reales, contar verdades, pero también añadirles capas de ficción, y esa libertad es maravillosa.
5. Hablemos de Berta, la protagonista. Es inevitable asociarla contigo: periodista, mujer fuerte, que además se enfrenta a una enfermedad. ¿Te costó decidir hasta dónde mezclar la realidad con la ficción?
En los primeros libros no me costó tanto, pero en Venganza ha sido muy difícil. Quizá Berta sea el personaje más complejo que he escrito hasta ahora. La Berta periodista de Venganza me ha exigido mucho, emocionalmente y como autora.
Ha sido duro escribirla, porque hay partes con una intensidad enorme. De hecho, hay un par de fragmentos que no he vuelto a leer desde que los escribí. Me removieron demasiado.
6. Ya que se menciona la enfermedad, fuiste muy honesta al hablar de ello públicamente, una dolencia que te obligó a detener su ritmo profesional. ¿Cómo ha influido esa pausa en tu escritura? ¿Dirías que escribir Venganza ha sido una forma de terapia?
Sí, este libro fue una verdadera terapia. Venganza tenía que haberse publicado en marzo, pero el agravamiento de mi enfermedad retrasó todo. Ahora estoy haciendo la promoción desde casa, de manera telemática, con entrevistas y llamadas. Me encantaría estar ahí, pero los médicos no me lo permiten.
Cuando lo escribí, fue claramente una forma de sanar, ponerlo por escrito me ayudó mucho. Pero ahora, en el momento en el que estoy, que vuelvo a sentirme fuerte, vuelvo a sentirme periodista, lo vivo de otra manera. Me he vuelto a pintar el labio rojo, y eso, para mí, simboliza volver a salir, volver a estar. Releerlo hoy me cuesta. Desde que salió en papel, a veces abro el libro, a veces no. Fue una terapia al escribirlo, sin duda, pero ahora creo que no es el momento de volver a leerlo.
7. Y para terminar, después de esta trilogía, muchos lectores se preguntan qué viene ahora. ¿Hay otra saga de thriller en camino o te planteas explorar otros territorios narrativos?
Bueno, en realidad no lo llamo una trilogía, sino una serie, porque nunca sé lo que voy a hacer después. En Venganza, por ejemplo, aparece Ana Arén (un personaje de otra de mis series), y de pronto surge en mitad de la novela. Yo misma pensé: “¿Qué hace aquí esta loca, si estaba en Hollywood tan feliz con su marido, un actor famosísimo?” Y además aparece sin ser policía, sin placa, sin pistola… así que ya ves, mi cabeza nunca sabe adónde va. Yo me siento frente al teclado con una idea, pero todo puede cambiar. A veces se me ocurre algo de repente, lo apunto en el iPhone y lo dejo reposar.
Los lectores que han llegado al final de Venganza me han escrito mucho: “No seas tan mala persona de dejarnos así, queremos más”. Y es verdad que el final deja muchas preguntas en el aire. Dos, sobre todo: “¿Qué ha pasado aquí?” y “Ahora entiendo por qué se llama Venganza”.
Estoy muy feliz con la acogida que está teniendo la novela. Espero que tenga un largo recorrido, porque no es solo un thriller: hay muertes, claro, son el motor que impulsa la historia. Pero en el fondo, Venganza es una novela de personajes, con amor, ciencia, dolor y desamor. Pasa de todo, y eso me hace muy feliz.