Laura CASTILLO
La artista Arantza Saez de Lafuente presenta En el camino, una exposición que recorre más de seis años de creación y que une tres proyectos (El silencio de las huellas del pasado, En el camino: seamos optimistas… y #NecesitounWalden) en un viaje personal y artístico. En las salas del Alcázar de los Condestables, sus obras dialogan con la historia, la naturaleza y el paso del tiempo para invitarnos a detenernos, observar y reconectar con lo esencial. “Estar en el camino es vivir”, afirma la artista, que convierte cada etapa de su trabajo en una reflexión sobre la vida, la memoria y la necesidad de silencio.
1. La exposición “En el camino” reúne tres proyectos: “El silencio de las huellas del pasado”, “En el camino: seamos optimistas, dejemos el pesimismo para tiempos mejores” y “#NecesitounWalden”. ¿Cómo dialogan entre sí estas tres series? ¿Podríamos entenderlas como diferentes etapas de un mismo viaje personal y artístico?
La verdad es que lo has definido muy bien, porque los tres proyectos se fueron enlazando sin que yo misma fuera del todo consciente. El primero, El silencio de las huellas del pasado, nació entre 2018 y 2019, caminando por las costas atlánticas y las montañas del norte. De ahí surgió una reflexión sobre las capas del tiempo, la memoria y nuestras propias raíces. Luego llegó En el camino: seamos optimistas, dejemos el pesimismo para tiempos mejores, una obra más vitalista, inspirada en esos paseos por los bosques y en el libro de Kerouac, que entendí como una metáfora de la vida misma. Finalmente, tras ese viaje exterior y emocional, sentí la necesidad de parar, reflexionar y buscar un espacio de silencio interior: de ahí nace #NecesitounWalden.
Cuando me propusieron exponer en el Alcázar de los Condestables, con sus tres salas, aunque al principio no era consciente de su relación, comprendí que en realidad las tres obras formaban parte de un mismo recorrido: etapas distintas de un mismo trayecto personal y artístico. Y entonces lo vi claro: todo estaba unido “en el camino”.
2. ¿Qué significa para ti “estar en el camino”?
Estar en el camino es vivir. Es la vida misma, con todo lo que trae: lo bueno y lo malo, las pausas y los tropiezos. Cada día nos ofrece algo nuevo que aprender, y de eso se trata: de seguir avanzando, de aprender tanto de lo negativo como de lo positivo y de estar agradecido por ello. Estar en el camino es continuar viviendo, kilómetro a kilómetro, día a día, disfrutando del trayecto.
3. En “El silencio de las huellas del pasado” reflexionas sobre la memoria y el paso del tiempo. ¿Qué te interesa contar o hacer sentir al espectador con esas huellas del pasado?
Cuando creo, no pienso en nadie en concreto; lo hago desde las emociones y los sentimientos, de una forma muy personal. Después, cuando la obra ya existe y llega el momento de exponerla, a veces años más tarde, lo que me gustaría es que quien la observe pueda reflexionar y conectar con algo propio. Cada persona ve algo distinto, como cuando miramos las nubes: lo que percibimos está en nuestra mente y en nuestra historia. No pretendo dirigir esa mirada, solo deseo que cada uno se lleve algo suyo de la obra.
4. En tus obras aparecen bosques, ramas, raíces y caminos naturales que parecen tener vida propia. ¿Qué papel juega la naturaleza en tu trabajo: metáfora, inspiración, escenario real de tu creación…?
La naturaleza es todo. Lo has resumido muy bien, porque para mí es inspiración, metáfora y también parte esencial de mi vida. Soy montañera desde niña y no podría vivir sin ella. Es en la naturaleza donde encuentro mis mayores momentos de inspiración: observo, siento y luego interpreto lo que experimento.
Normalmente trabajo desde la metáfora, porque me gusta pensar, analizar y darle vueltas a las cosas antes de expresarlas. No me interesa reproducir la realidad tal cual; prefiero sintetizarla, abstraerla y mostrarla desde otra perspectiva, con un trazo personal. Con el tiempo, además, mi obra se ha vuelto más minimalista, más esencial: parece sencilla, pero detrás hay mucho trabajo y reflexión. Para mí, eso es lo verdaderamente valioso.
5. En el camino mencionas la idea de “ser optimistas, dejando el pesimismo para tiempos mejores”. ¿Es esta exposición una respuesta al momento que vivimos, una especie de manifiesto de esperanza?
Es probable, sí. La frase nació en 2021, en un momento en el que todos necesitábamos un impulso de esperanza. Pero más que responder a una época concreta, creo que expresa algo muy humano: la necesidad de mirar hacia adelante. Pienso que debemos confiar en que lo mejor está por venir, aprender de lo negativo y no dejarnos hundir por el pesimismo. La vida merece la pena, y hay que seguir avanzando con el optimismo que cada uno pueda permitirse.
6. En “#NecesitounWalden” propones detenerse, desconectar de la tecnología y reencontrarse con lo esencial. ¿Nace este proyecto de una necesidad personal de pausa o es también una reflexión sobre el modo de vida contemporáneo?
Ambas cosas son ciertas. #NecesitounWalden nace de una necesidad muy personal, de ese momento en el que dices “basta ya”. El estrés diario, las circunstancias… llega un punto en que necesitas parar. Pero también es una reflexión sobre la vida que llevamos: creo que todas las personas, independientemente de quiénes seamos o cómo vivamos, necesitamos detenernos de vez en cuando.
Si no lo hacemos, la vida se nos pasa sin darnos cuenta. Por eso reivindico la importancia de desconectar de lo superficial, quedarnos con lo esencial y reconectar con la naturaleza (a solas si es posible, o con las personas que queremos). Es un recordatorio de que debemos parar y pensar en qué estamos haciendo con nuestro tiempo.
7. La exposición se presenta en el interior del Alcázar de los Condestables, un espacio cargado de historia. ¿Cómo influye el lugar en la forma en que dialogan tus obras con el público y con la memoria del edificio?
El lugar es maravilloso. El Alcázar de los Condestables es imponente por fuera y espectacular por dentro. Me encanta la historia, y este espacio, con su carga simbólica, encaja perfectamente con la esencia de la exposición. Ya lo conocía porque participé allí hace años en una muestra internacional, pero ahora poder ocupar sus salas con una exposición completa ha sido un auténtico privilegio.
Cada sala dialoga de forma natural con el edificio. La primera, El silencio de las huellas del pasado, se integra con las piedras, la historia y la memoria del lugar. La segunda, En el camino, con sus banderolas fotográficas sobre tejido y la música de jazz inspirada en Kerouac, transforma el espacio en un bosque interior, en un recorrido sensorial.
Y en la última planta, #NecesitounWalden, con las vistas a las Merindades y los sonidos de los bosques del Cantábrico, el entorno refuerza la idea de refugio y contemplación. Estás dentro de un museo histórico, rodeada de siglos de historia, pero también en un lugar de calma. Es como vivir tu propio Walden allí mismo.
8. Después de llegar “al mar” al final del camino, ¿sientes que esta exposición cierra un ciclo personal o abre uno nuevo en tu trayectoria artística?
No lo sé todavía. Ahora mismo estoy viviendo este instante, que es muy dulce, y no quiero adelantarme. Desde que terminé las obras, a finales de mayo, ya sentía que algo nuevo empezaba a formarse, pero en mi proceso no hay cortes bruscos: los proyectos se van entrelazando unos con otros.
El año pasado, en un taller de pintura, surgió entre varios artistas la reflexión sobre la necesidad de reivindicar la relevancia de la pintura en el arte actual. Esa idea se me quedó dentro, y quizá sea el germen de lo que viene.
Aun así, no puedo separar la pintura de la fotografía; forman parte de mí desde siempre y siempre confluyen. Por eso, aunque #NecesitounWalden cierra de algún modo una etapa, también abre otra. En realidad, En el camino continúa: la carretera es la vida, y yo seguiré recorriéndola, con los pinceles y la cámara en las manos. Espero que por mucho tiempo.
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