Por Naiara Cabezas Zabala

La nueva miniserie de Netflix protagonizada por Nicole Kidman lleva una semana acaparando titulares y colándose entre las tendencias de Twitter, generando altas expectativas con la serie que nada tiene que ver.

La historia, basada en el libro homónimo de Elin Hilderbrand, nos adentra en la familia Winbury, una de las familias más ricas y conocidas de la isla Nantucket. La premisa de la serie se centra en la cancelación de la boda veraniega de uno de los hijos de la familia debido a un asesinato. A partir de este evento, comienzan a salir a la luz secretos oscuros de la familia, culminando en la revelación del mayor de todos: el asesino.

Aunque los personajes poseen su propio encanto y cierto desarrollo, la trama se siente como una repetición de esquemas ya vistos en numerosos relatos de crímenes de ficción. Similar a ‘Puñales por la espalda’ (2019), la historia se adentra en el mundo de la vida lujosa de los protagonistas, evocando el estilo de ‘Succession’ (2018). De hecho, el lujo se erige como otro protagonista, eclipsando incluso al resto de personajes, incluida al de Nicole Kidman.

Lo mejor de la serie: la intro

En la era actual, donde muchas series de plataformas recurren a créditos iniciales abstractos y minimalistas que gradualmente toman forma para representar simbólicamente un elemento central de la trama (como en ‘Juego de Tronos’), esta serie ofrece un enfoque no nuevo, pero sí interesante. 

En lugar de seguir esa tendencia, presenta los créditos con una coreografía de baile protagonizada por los personajes, al ritmo de ‘Criminals’ de Meghan Trainor. Este estilo desenfadado y divertido recuerda al toque gamberro de la introducción de Peacemaker’ (2022).

En definitiva, la serie destaca más por la presencia de Nicole Kidman y por la fascinante vida de lujo que presenta, un mundo que está mucho más allá de nuestro alcance, mientras que el asesino resulta bastante predecible.