Naiara Cabezas Zabala

Giorgio Armani fue uno de los grandes modistas más influyentes de nuestro tiempo. Sus diseños icónicos no solo vistieron a la realeza y a las estrellas de Hollywood, sino que transformaron para siempre la forma de entender la moda. 

Fue pionero en empoderar a la mujer con una indumentaria más cómoda, práctica y elegante, liberándola de la rigidez de los cánones tradicionales. Con su mirada visionaria, rompió las fronteras de género al incorporar elementos del armario femenino en el masculino y viceversa, dando lugar a un lenguaje estético nuevo. Así nació el uniforme de la mujer moderna: la americana, símbolo de poder y sofisticación que sigue vigente en la actualidad.

Su huella es universal, pero también dejó una marca cercana. Hace 24 años, Bilbao tuvo la oportunidad de adentrarse en su universo creativo gracias a la exposición que el Museo Guggenheim acogió en 2001. A través de una puesta en escena cargada de magnetismo, la muestra repasaba la contribución de Armani a la moda y a la cultura de los últimos 25 años. Aquella noche inaugural reunió a políticos, deportistas y personalidades reconocidas del Botxo, todos rendidos ante más de cuatrocientas piezas formadas por deslumbrantes trajes de noche, algunos creados para estrellas de cine, hasta sus célebres versiones femeninas del esmoquin, convertidas ya en símbolo de modernidad y poder.

Figuras de la talla de Pedro Almodóvar y Hubert de Givenchy compartieron espacio con representantes locales como Juan Ignacio Vidarte, entonces director del museo, Luis de León, de Iberdrola, e incluso nuestro propio director, Arturo Trueba.

Una noche mágica que, con el paso del tiempo, se ha convertido en uno de los momentos más icónicos de los 28 años del Museo Guggenheim.