Por Barbara Sarrionandia
En el Euskalduna, Verdi volvió a desplegar su inagotable fuerza dramática. Con La forza del destino, ABAO Bilbao Opera inauguró su temporada con una de las obras más singulares del repertorio verdiano: una partitura de contrastes, donde el destino y la redención se entrelazan entre pasiones humanas, humor, espiritualidad y culpa.
La Euskadiko Orkestra, bajo la dirección de Lorenzo Passerini, ofreció una lectura vigorosa y cuidada, atenta a los matices de una partitura extensa y exigente. La célebre obertura sonó con amplitud y brío, y a lo largo de la función se mantuvo un pulso firme, con un sonido bien equilibrado que supo acompañar a las voces sin eclipsarlas. El Coro de Ópera de Bilbao, dirigido por Esteban Urzelai, brilló con especial cohesión y energía, aportando dramatismo en los grandes conjuntos y delicadeza en las intervenciones más íntimas.
En el apartado vocal, el reparto se mostró sólido y equilibrado. Carmen Solís firmó una Leonora sensible, de gran musicalidad y temperamento. Su “Pace, pace, mio Dio!” fue uno de los momentos más emotivos de la velada, desplegando un canto refinado, con expresividad y dominio técnico. Angelo Villari, en su debut en ABAO, encarnó un Don Álvaro de voz poderosa y entrega total, mostrando una presencia escénica intensa y sincera. A su lado, Juan Jesús Rodríguez fue un Don Carlo di Vargas de autoridad vocal y nobleza interpretativa, aportando el peso trágico que sostiene el conflicto familiar y moral de la obra.
Mención especial merecen Ketevan Kemoklidze como Preziosilla, enérgica y carismática, y Luis Cansino como Fra Melitone, que aportó un respiro cómico eficaz y muy bien medido. Manuel Fuentes, en el doble rol de Padre Guardiano y Marqués de Calatrava, mostró su timbre cálido y homogéneo, ofreciendo un contrapunto espiritual a la trama de pasiones desbordadas.
La propuesta escénica de Ignacio García trasladó la acción a la Guerra Civil española, una elección visualmente potente que refuerza el conflicto entre amor, destino y fe. La escenografía, sobria y funcional, juega con planos y niveles que aportan dinamismo a la acción. El vestuario, diseñado junto a Cesidio Niño a partir de materiales reciclados, suma un gesto de modernidad y sostenibilidad muy en sintonía con los tiempos.
El resultado fue una Forza del destino intensa, bien resuelta y emotiva, que confirma la vocación de ABAO Bilbao Opera por mantener viva la gran tradición lírica en Euskadi, apostando por producciones cuidadas y elencos de nivel. Verdi, una vez más, demostró que su música sigue hablando de las grandes pasiones humanas: del amor, la culpa, la esperanza y la búsqueda de perdón.
Una inauguración de temporada sólida y con alma, que deja claro que, pese a las dificultades, la ópera en Bilbao continúa sonando con fuerza y con futuro.
