Por Naiara Cabezas

Todos recordamos aquel 2019, cuando se estrenó la película Joker”, dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Joaquín Phoenix. Este Joker fue muy diferente al de Jared Leto en “Escuadrón Suicida” (2016) y al de Heath Ledger en “El Caballero Oscuro” (2008). Presentaba un enfoque menos extravagante y más humano, lo que permitía al espectador empatizar con él. La historia fue mucho más que una simple crítica a los problemas de salud mental y a la sociedad contemporánea; fue, en esencia, una revolución.

Esta secuela comienza justo donde termina la historia anterior. Sigue los mismos rieles que la primera, pero a mitad de trayecto se descarrila, perdiendo tanto el ritmo como al público en el proceso.

Ofrece casi todo lo que te cautivó en la primera entrega: desde las icónicas escaleras hasta los intensos primeros planos del delirio de Joaquín Phoenix mirando a cámara. Sin embargo, añade nuevos elementos, como varias escenas musicales. Y sí, lo que el tráiler no revela es que esta película es, de hecho, un musical. Estas escenas, aunque visualmente llamativas, no aportan mucho a la trama y parecen estar más enfocadas en resaltar el papel de Lady Gaga.

Aunque Lady Gaga ha demostrado en películas anteriores que no solo sabe cantar, en esta ocasión eso parece ser lo único que hace. Su rol está completamente desaprovechado, destacando únicamente en las escenas musicales y dejando un personaje que poco recuerda a Harley Quinn y que más parece una groupie.

En definitiva, es una secuela que no logra encontrar el equilibrio entre la realidad y la ficción. Se olvida de los cómics y no consigue crear un thriller que mantenga al espectador en vilo. En su lugar, se convierte en un musical donde las críticas sociales quedan confusas para el público general.