El ballenero San Juan, conocido como Nao San Juan, fue un importante ballenero que partía del puerto de Pasajes a finales de invierno y regresaba nueve meses después. En su viaje de ida transportaba ladrillos producidos en el País Vasco y una vez descargados, tras más de 3.400 millas de navegación se dedicaba a cazar ballenas, que transportaban de vuelta a casa por otra ruta marítima.
Para el viaje la tripulación debía avituallar carnes y pescados secos o salados, sidra y bizcochos (el pan que consumían). La grasa de ballena, transformada en aceite, se utilizaba para iluminar. El barco tenía más de 450 metros cuadrados de velas y acabó sus días hundido en la Bahía Roja de Canadá (Red Bay, llamada así por la gran cantidad de barcos que naufragaron transportando ladrillos), a orillas del Estrecho de Belle Isle, y localizado por el Departamento de Arqueología Submarina de Canadá.
Hoy por hoy, es el buque mercante del siglo XVI que mejor se conoce. Icono que simboliza el Patrimonio Cultural Subacuático de la UNESCO y cuya réplica se construye desde hace diez años en el astillero-museo-escuela Albaola Itsas Kultur Faktoria de Pasaia, localidad desde la que durante siglos zarparon las grandes expediciones vascas a la isla canadiense de Terranova.
La Ría del Ocio ha tenido la suerte de seguir en directo la construcción de la renovada Nao San Juan. Ver de primera mano cómo los carpinteros de Albaola dan ya los últimos retoques al entablado del barco, para el que se han necesitado 200 robles traídos de Navarra, antes de su salida al exterior, donde se rematará la parte superior, se instalarán los mástiles (de madera también, no de aluminio) y el kilometraje de cuerdas y el equipamiento de las anclas, las txalupas y las cien toneladas de lastre que necesitará para poder navegar.
Será entonces cuando el proyecto entre en una nueva fase, la de conseguir llevarlo hasta la bahía de Red Bay sin ningún tipo de tecnología moderna, tal y como realizó en su día el barco original. En palabras de Xavier Agote, responsable del museo, recuperar este navío es “algo sumamente transcendental de nuestra humanidad: la tecnología que nos abrió al mar, una tecnología que es vasca”.
De hecho, explica, “la Nao San Juan la podríamos hacer muy rápido con un equipo profesional, pero estamos enseñando a hacer un barco”. Lo que implica ajustar todo al milímetro, dada sus características históricas. Como un violín que, puede ser muy bonito, pero si no está afinado al tocar se vuelve un horror.
De lo contrario, no podrá hacer el mismo recorrido transoceánico que hizo hace 500 años hasta Red Bay. Desde Albaola ya se encuentran en contacto con la embajada y la Cámara de Comercio canadienses para llevar a cabo esta hazaña.